Las setenta semanas (Esd 9; Neh 9;
Bar 1, 15-38)
9 1EI año primero de Darío, hijo de Jerjes, medo de linaje y rey de los
caldeos, 2el año primero de su reinado, yo, Daniel, leía atentamente en el libro
de las profecías de Jeremías el número de años que Jerusalén había de quedar en
ruinas: 3eran setenta años. Después me dirigí al Señor Dios implorándole con oraciones
y súplicas, con ayuno, sayal y ceniza.
4Oré y
me confesé al Señor, mi Dios: Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza
y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos: 5Hemos pecado, hemos
cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y
preceptos.
6No hicimos
caso a tus siervos los profetas que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes.
7Tú, Señor,
eres justo; a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén,
a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste
por los delitos que cometieron contra ti.
8Señor,
nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos
pecado contra ti.
9pero aunque
nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona.
10No obedecimos
al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos los
profetas. 11Todo Israel quebrantó tu ley rehusando obedecerte; por eso nos han
caído encima las maldiciones, consignadas con juramento en la Ley de Moisés, el
siervo de Dios; porque pecamos contra él.
12Cumplió
la palabra que pronunció contra nosotros y contra los jefes que nos gobernaban,
enviándonos una calamidad -la que sucedió en Jerusalén- como no ha sucedido
bajo el cielo.
13Según
está escrito en la Ley de Moisés, nos sucedió esta desgracia completa; con
todo, no aplacamos al Señor, nuestro Dios, convirtiéndonos de nuestros crímenes y comprendiendo
tu veracidad.
14EI Señor,
nuestro Dios, vigiló para enviarnos esa desgracia: el Señor, nuestro Dios, nos trata
justamente, porque no le obedecimos. 15Pero
ahora, Señor, Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo de Egipto,
cobrándote fama que dura hasta hoy: hemos pecado y obrado inicuamente.
16Señor,
a la medida de tu justicia, aparta la ira y la cólera de Jerusalén, tu ciudad y
tu monte santo. Por nuestros pecados y los delitos de nuestros padres Jerusalén y todo tu
pueblo son afrentados por los pueblos vecinos.
17 Ahora,
pues, Dios nuestro, escucha la oración y las súplicas de tu siervo, mira benévolo
a tu santuario asolado, ¡Señor mío, por tu honor! 18Dios mío, inclina tu oído y
escúchame; abre los ojos y mira nuestra desolación y la ciudad que lleva tu nombre; pues, al presentar
ante ti nuestra súplica, no confiamos en nuestra justicia, sino en tu gran compasión.
19Escucha,
Señor; perdona, Señor; atiende, Señor; actúa sin tardanza, ¡Dios mío, por tu honor!
Por tu ciudad y tu pueblo, que llevan tu nombre.
20Aún estaba
hablando y suplicando y confesando mi pecado y el de mi pueblo, Israel, y presentando
mis súplicas al Señor, mi Dios, en favor de su monte santo; 21aún estaba
pronunciando mi súplica, cuando aquel Gabriel que había visto en la visión llegó
volando hasta mí, a la hora de la ofrenda vespertina. 22Alllegar, me habló así:
23-Daniel,
acabo de salir para explicarte el sentido. Al principio de tus súplicas se pronunció
una sentencia, y yo he venido para comunicártela, porque eres un predilecto. ¡Entiende
la palabra, comprende la visión!:
24Setenta
semanas están decretadas
para tu
pueblo y tu ciudad santa:
para cerrar
el delito,
sellar el
pecado, expiar el crimen,
para traer
una justicia perenne,
para sellar
la visión y al profeta
y ungir
el lugar santísimo.
25Has
de saberlo y comprenderlo:
Desde
que se decretó la vuelta
y la reconstrucción de Jerusalén
hasta un príncipe ungido
pasarán siete semanas;
y la reconstrucción de Jerusalén
hasta un príncipe ungido
pasarán siete semanas;
durante
sesenta y dos semanas
estará
reconstruida con calles y fosos,
en tiempos difíciles.
en tiempos difíciles.
26Pasadas
las sesenta y dos semanas
matarán al ungido inocente;
vendrá un príncipe con su tropa
y arrasará la ciudad y el templo.
El final será un cataclismo,
matarán al ungido inocente;
vendrá un príncipe con su tropa
y arrasará la ciudad y el templo.
El final será un cataclismo,
y hasta
el fin están decretadas
guerra y destrucción.
guerra y destrucción.
27Firmará
una alianza con muchos
durante una semana,
durante una semana,
durante
media semana
hará
cesar ofrendas y sacrificios
y
pondrá sobre el ala el ídolo abominable
hasta que el fin decretado
hasta que el fin decretado
le
llegue al destructor.
9 Dos
elementos componen este capítulo: la oración penitencial y el tema de la datación.
A primera lectura puede parecer que la oración de Daniel es para conseguir
inteligencia: tal explicación no basta, Estas plegarias penitenciales brotan en
tiempos de calamidades del pueblo: en el destierro, que es la situación del
relato, bajo la persecución de Antíoco, que es la situación del autor. La culpa
de lo que sucede no la tiene Dios, sino el pueblo por sus pecados. La primera
consecuencia es que el autor no reza por mera curiosidad personal, sino comprometido
profundamente con su pueblo, solidario de sus pecados históricos. Daniel intercede.
Interceder no es simple desahogo o estímulo hacia dentro; es un intento de
movilizar la compasión de Dios para que cambie el curso de la historia, demasiado
determinada por un sistema de pecados. Esto es más notable cuando el autor
piensa que el destino está definido, aun temporalmente, por Dios. Si hasta la
fecha está señalada, ¿para qué rezar? A semejante problema el autor responde haciendo
que su personaje rece. Si el cómputo de semanas es cierto, no lo es menos que Dios
desea la conversión y la vida (Is 59,12).
Las
semanas. Por lo demás, las fechas quedan disponibles. El número setenta de Jeremías
(25,12; 28,11; 29,10) es número redondo, o sea aproximado: segunda deportación,
586, edicto de Ciro, 538. El autor del libro es radical: considera pendiente el
cumplimiento del plazo aun en tiempo de Darío y sustituye años por septenios. Así
actualiza una vieja profecía y calcula llegar hasta sus días. Tal libertad la
han imitado muchos comentaristas de dos maneras: con ejercicios matemáticos o tomándolo
como cifra simbólica.
9,1 Otra
vez tropezamos con una fecha que es un guiño del autor al lector. Darío no era
hijo de Jerjes; no era medo, sino un persa que usurpó el trono y reinó del 522 al
486; se supone que no se ha promulgado aún el edicto de repatriación. En la perspectiva
del autor, la vuelta de Zorobabel y de Esdras no son la liberación esperada, pues
continúa el tiempo de los imperios opresores. Por tanto, el oráculo de Jeremías
tiene que ser reinterpretado.
9,2 Dicha
actividad demuestra: el interés con que leían los judíos sus libros sagrados, su
afán de actualizarlos, su libertad de procedimientos. El autor de Daniel es un
sapiencial comentando a un profeta.
9,3 Jon
3,5.
9,4-19 La
plegaria penitencial pertenece a un tipo bien conocido, del que son ejemplos Esd
9; Neh 9 y Bar 1,15-38, y cuyo antecedente es Sal 50-51. Se trata de un pleito
bilateral entre dos partes unidas por un compromiso. Una parte reprocha a la
otra su incumplimiento, hasta que ésta lo reconoce y pide perdón. La presente
plegaria incluye un repaso histórico y está poblada de citas y reminiscencias.
9,4 Véanse
Ex 34,6; Dt 7,9; 1 Re 9,23.
9,5 Especialmente
Jeremías: 7,25; 25,4; 26,5; 29,19; 35,15; 44,4.
9,7 La "vergüenza"
es la confusión del reo convicto y confeso.
9,9 Cambio
de dirección: el Señor, parte inocente, tuvo razón para castigar, pero tiene capacidad
para perdonar (Sal 130).
9,11 Maldiciones
reunidas en Lv 26 y Dt 28.
9,13 "Veracidad"
en pronunciar y cumplir la amenaza.
9,14 "Vigiló":
Jer 1,12; 44,27.
9,15 Termina
la confesión y empieza la súplica.
9,16 La
"afrenta" de Jerusalén va en desdoro de la fama del Señor (Sal 44,14-17;
89,50-52).
9,19 El
nombre del Señor está comprometido en la suerte de su ciudad.
9,21 La
tarde es el tiempo de la plegaria penitencial, por la mañana Dios otorga su favor.
9,23 Estos
preparativos sugieren que el autor concedía gran importancia a su descubrimiento
y mensaje: le ha costado una visión, una enfermedad, mucho estudio sin comprender,
a caballo de un cambio de imperios; lo llaman predilecto, le dan un ángel
intérprete. Es una encarecida invitación al lector.
9,24-27
Por fin llega la revelación del cómputo temporal. El autor aplica el esquema de
setenta septenios = diez jubileos = 490 años. Los divide en tres etapas: hasta
la vuelta de Babilonia y la unción de Josué (Zac 3; o Zorobabel) siete
septenios; dominios persa y griego sesenta y dos septenios; dominio de Antíoco
un septenio dividido en dos mitades. Aplicando nuestros conocimientos
históricos, más precisos, el cómputo falla sobre todo en la sección central. Además,
con la muerte del perseguidor no advino la era esperada del dominio judío
pacífico en el mundo. El cómputo quedó a merced de especulaciones o disponible
para una lectura simbólica.
9,24 "Sellar
el pecado" equivale a archivar, sobreseer (cfr. Sal 32,1; Job 14,17). "Justicia
perpetua" o permanente: perdonado el pecado, el pueblo retorna a la justicia
de modo estable. "Sellar': probablemente en sentido de imponer el sello de
la consumación (cfr. Ez 28,12). "Ungir el lugar santísimo": la nueva
consagración del altar por Judas Macabeo (1 Mac 4).
9,25
Los "tiempos difíciles" están más cerca de Nehemías que del
entusiasmo de Isaías Segundo.
9,26 El
"Ungido" es el sumo sacerdote Onías (1 Mac 4,23-28).
"Arrasará" se refiere a la represalia de Antíoco al volver de Egipto.
9,27
Puede aludir a la alianza o acuerdo de Antíoco con el partido judío colaboracionista
(1 Mac 1,10). "El ídolo abominable": responde a una deformación
insultante del título "señor del cielo" y se refiere a la estatua de Zeus
Olímpico (1 Mac 54-59; 2 Mac 6,2).
No hay comentarios:
Publicar un comentario