sábado, 18 de mayo de 2013

CAPÍTULO 10.



La visión terrible
10 1El año tercero de Ciro, rey de Persia, le revelaron a Daniel una cosa: la cosa era cierta, pero era una tarea enorme. Comprendió la cosa, gracias a la visión logró comprender.
2Por entonces, yo, Daniel, estaba cumpliendo un luto de tres semanas: 3no comía manjares exquisitos, no probaba vino ni carne, ni me ungía durante las tres semanas.
4EI día veinticuatro del mes primero estaba yo junto al Río Grande. 5Alcé la vista y vi aparecer un hombre vestido de lino con un cinturón de oro; 6su cuerpo era como crisolito, su rostro como un relámpago, sus ojos como antorchas, sus brazos y piernas como destellos de bronce bruñido, sus palabras resonaban como una multitud.
7Yo solo veía la visión; la gente que estaba conmigo, aunque no veía la visión, quedó sobrecogida de terror y corrió a esconderse. 8Así quedé solo; al ver aquella magnífica visión me sentí desfallecer, mi semblante quedó desfigurado y no hallaba fuerzas. 9Entonces oí ruido de palabras, y al oírlas caí en un letargo con el rostro en tierra.
10Una mano me tocó, me sacudió poniéndome a cuatro pies. 11Luego me habló:
-Daniel, predilecto: Fíjate en las palabras que voy a decirte y ponte en pie, porque me han enviado a ti. Mientras me hablaba así, me puse en pie temblando.
12Me dijo:
-No temas, Daniel. Desde el día aquel en que te dedicaste a estudiar y a humillarte ante Dios, tus palabras han sido escuchadas y yo he venido a causa de ellas. I3EI príncipe del reino de Persia me opuso resistencia durante veintiún días; Miguel, uno de los príncipes supremos, vino en mi auxilio; por eso me detuve allí junto a los reyes de Persia.
14Pero ahora he venido a explicarte lo que ha de suceder a tu pueblo en los últimos días. Porque la visión va para largo.
15Mientras me hablaba así, caí de bruces y enmudecí. 16Una figura humana me tocó los labios: abrí la boca y hablé al que estaba frente a mí:
-La visión me ha hecho retorcerme de dolor, y no hallo fuerzas. 17 ¿Cómo hablará este esclavo a tal señor? i Si ahora las fuerzas me abandonan y he quedado sin aliento!
18De nuevo una figura humana me tocó y me fortaleció. 19Después me dijo:
-No temas, predilecto; ten calma, sé fuerte. Mientras me hablaba, recobré las fuerzas y dije:
-Me has dado fuerzas, señor, puedes hablar.
20Me dijo: -¿Sabes para qué he venido? Ahora tengo que volver a luchar con el príncipe de Persia; cuando termine, vendrá el príncipe de Grecia.
21Pero te comunicaré lo que está escrito en el libro de la verdad. Nadie me ayuda en mis luchas si no es vuestro príncipe Miguel.

10 Este capítulo es en rigor la introducción aparatosa a lo que sigue hasta el final del libro (en hebreo). El terror del profeta al contemplar una visión es tema conocido. El autor sigue de cerca a Ezequiel, pero, en su afán de amplificar, diluye el relato. Ezequiel contempla al Señor, Daniel a un intermediario que posee los atributos luminosos de la divinidad. Ezequiel se ponía prontamente en pie, Daniel tiene que ser tocado tres veces y sostenido por una figura humana; si recobra el habla, es para expresar su terror. El modelo de Daniel hará escuela en apocalípticos posteriores. 

10,2-3 El ayuno se considera preparación para recibir la revelación. Ben Sira se contentaba con orar cuando estudiaba, sin ayunar (Eclo 39,5s). 

10,5-6 Imitación de Ez 1. 

10,13-14 Por primera vez en la Biblia encontramos la idea de ángeles guardianes o tutelares de reinos. Quizá se inspire en la concepción de Dt 32,8 Y 4,19, haciendo de las divinidades ángeles mediadores. Semejante especulación acentúa la trascendencia de Dios, que rige la historia por mediadores. Lo extraño es que esos seres celestes participen en las contiendas humanas y en los conflictos de intereses (Jds 9); quizá sea un antecedente remoto el "satán" del libro de Job, rival con acceso a la corte celeste. 

10,14 La última frase es dudosa. Otros traducen: "queda otra visión para los días venideros". 

10,20-21 Estos versos, con 11,1, parecen estar desordenados, y el texto resulta dudoso en varios puntos. La traducción es en parte conjetural. Están claras las luchas angélicas y la función reveladora. El libro de la verdad es uno de los libros o tablas celestes que registran de antemano los acontecimientos de la historia (cfr. Sal 139,16).

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